17 de febrero de 2008

Con un sabor amargo


Cada vez que se asoma el período de las semanas de la moda del mundo, el aire se llena de expectativa. Todos queremos colaborar, participar, ser parte, y disfrutar de los pocos minutos que duran, porque ¿qué son 10 días, si nos quedamos en una sola ciudad, de moda intensiva en 365?

Yo por lo menos pretendo que cuando voy a alguno de estos eventos, aunque sea a un desfile o a varios, es respirar y vivir la moda al 100%. Y no fue lo que me pasó en esta Pasarela Cibeles. Recuerdo que cuando fui a BAF, y no es por defender mis raíces sudamericanas, recuerdo la emoción que sentí al traspasar las puertas del recinto ferial, el momento exacto en que cortaron mi entrada, y mi pie derecho pisó un terreno que a gritos gritaba MODA. Y a gritos adentro mio crecía la pasión que siento por este mundo, pues se explotaba cada metro al máximo. Mientras esperaba la hora del desfile al que quería entrar, creo que era el de Ramírez, me pude pasear por diferentes marcas que estaban exponiendo, por los stands de las revistas y otros sponsors, y cuando ya llegó el momento de hacer la fila pude disfrutar, y matar el tiempo, viendo a través de una pantalla gigante los desfiles anteriores que ya me había perdido, o había decidido no asistir.

Pero esto no fue lo que me pasó cuando llegué este año a Cibeles. Mis expectativas por estar en Madrid, lo tengo que confesar, eran mucho más altas que las de Buenos Aires. Sin embargo, cuando llegué a Ifema me encontré con que tenía que hacer una cola de 45 minutos de espera para recién entrar al recinto de Pasarela Cibeles, sin ningún atractivo alrededor, aunque no era poco, más que el de observar, estudiar y analizar a las otras mujeres que hacían la cola conmigo. No había ninguna otra diversión. Bueno, sí, una más, cuál sino que la de escuchar las conversaciones de quienes estaban adelante o atrás mio.

Pero eso no es suficiente. Al menos no lo es para mi. Así que me quedé con las ganas. Pues cuando finalmente pudimos entrar, ahí sí estaban las revistas con sus stands, pero ya era la hora del desfile. Y el entusiasmo por entrar al desfile le ganó por goleadas a las ganas de recorrer. Pues ahora sí llegaba el momento de entrar y vivir intensamente el entorno, y de hacer lo que habíamos ido a hacer.

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